Análisis – Hell Yeah! Revenge of the Dead Rabbit
Arkedo es una de esas compañías independientes que me enamoraron desde su primer juego. Es verdad que son franceses y todo el mundo odia a Francia, pero no seamos malas personas y metamos a un montón de maleducados comequesitos junto con la buena gente en el mismo saco. Esta desarrolladora tiene grandes ideas, cosas básicas que junta y acaba transformando en buenos y pequeños juegos; ya lo hizo en Nintendo DS con Big Bang Mini o en Xbox 360/PS3 con JUMP, SWAP o PIXEL. Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit es su carta de presentación con un proyecto algo más grande y ambicioso, tampoco demasiado ya que no hablamos de un título triple A, pero, francamente, creo que podían haberlo hecho mejor.
Unas fotos privadas del protagonista, Ash, el nuevo Rey del Infierno, han sido tomadas por una mala persona mientras estaba en su bañera “jugando” con un patito. El titular no se hace esperar: “The Prince is a Pussy!”, o el infinitamente menos gracioso y mal traducido “El príncipe juega con patitos”. Enfadado por la revelación que cuestiona su sexualidad, sale de su castillo y se dispone a acabar con los 101 monstruos del infierno que se cachondean de él.
Lo primero que sorprende si has visto algún vídeo o imagen del juego no son sus coloridos escenarios, marca de la casa Arkedo, o la abundante cantidad de hemoglobina, sino que por su aspecto dirías que estamos ante el típico plataformas de acción con sus fases y niveles y no se trata de eso exactamente. Estamos más ante un mapa dividido en grandes zonas muy al estilo Metroid. En ellos nos veremos obligados a explorar, afortunadamente el mapa global siempre nos indicará todo aquello que nos hayamos saltado para no perder el tiempo, y conseguir diferentes habilidades que nos permitan acceder a otras zonas antes restringidas así como eliminar cierto número de monstruos necesarios para abrir las puertas que nos bloqueen el camino. Interesante propuesta para un juego dominado por los tiros y las plataformas que por desgracia acaba tornándose demasiado repetitivo.
Y no será porque no lo intenta: ejecuciones de los monstruos con graciosos (la primera vez) microjuegos demasiado inspirados en Wario Ware, gran variedad de armas, “puzles” para derrotar a algunos de ellos e incluso alguna que otra zona en la que deberemos estar a bordo de una nave espacial o un submarino. No son pocos como leéis, pero acabas con la sensación de que estás todo el tiempo corriendo de aquí para allá en niveles variados en cuanto a escenografía pero demasiado parecidos respecto al diseño o que te dejan la sensación de “esto ya se hizo”. Rara será la ocasión en la que debamos pensar un poco más de la cuenta para acceder a ciertas zonas y sin embargo será con ellas cuando el juego más nos satisface.
Las clásicas tiendas harán su aparición en este “primer” juego de Arkedo, en ellas podremos comprar armas (aunque acabaremos utilizando solo dos o tres de ellas), mejoras y un buen montón de atuendos ridículos para Ash y su afilado vehículo de una rueda. Si bien al principio la rueda es una herramienta curiosa (está equipada con un jetpack que permite mantenerse un poco en el aire y simular saltos), hacia mitad del juego cuando nos encontremos con zonas un poco más exigentes nos daremos cuenta de que el control no está todo lo depurado que necesitaba. Empezando por un ”salto” un tanto impreciso y terminando por ser casi imposible disparar mientras vuelas, algo fácil de solucionar colocando el botón de salto en el gatillo izquierdo en lugar del botón A. En cambio, cuando andemos desnudos sin nuestra armería particular a cuestas, nuestro conejo muerto y príncipe del mal podrá saltar y aquí sí tendremos un control más preciso. Es más, quizás los pequeños tramos en los que no podemos disparar sean de los más entretenidos del juego.
Completar un 75% del juego, mi porcentaje, requerirá en torno a las 8 horas sin quedarse atascado en ningún momento gracias a las ayudas que recibiremos para orientarnos. Ocho horas en las que es posible que una música cumplidora para cada zona, aunque nada destacable, quizás no realice correctamente la misión de empujar al jugador a seguir machacando el botón que es, en mi opinión, algo básico para un juego de estas características. Para conseguir el 100% deberemos prestar algo de atención a un par de modos extra que tiene el título. El primero será una isla en la que deberemos poner a currar a los monstruos derrotados para que nos consigan mejoras, dinero y nos den regalos varios; el otro en cambio formará parte del mapa y consistirá en un Ash del futuro que nos propondrá complicados retos en diferentes localizaciones que deberemos superar para obtener recompensas. Cosas que te suenan de otros títulos y funcionan como “trampas” para alargar un poco más su vida útil. No en mi caso.
Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit no es el juego grande que hubiera querido para Arkedo. Con gran inspiración en los metroidvania combinándolos con Jazz Jackrabbit y unas grandes dosis de humor que cuando son guiños a otros juegos (o incluso a Twitter) te hacen gracia pero a la quinta vez que ves a un enemigo embestido por un vehículo gigante solo desearías que te devolvieran esos veinte segundos de tu vida, este primer paso adelante de la compañía francesa se ha quedado en una buena idea mal ejecutada. Como cuando vas a la cocina con la sana intención de hacer algo diferente para cenar pero es tan solo asomar la cabeza, que la pereza se apodere de ti y coger el teléfono. No es un mal juego, te entretendrá unas horas, pero es chino a domicilio.
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