Análisis – Duke Nukem Forever

Una vez llegamos a la adolescencia o bien habiendo entrado en los primeros años de la tercera década de nuestra vida todos realizamos el inevitable viaje que a partir de hoy mismo voy a llamar cariñosamente «Regreso al futuro». No porque vayamos al futuro (Captain Obvious is obvious), al contrario, queremos regresar al pasado y nos acordamos de series, películas, juguetes y por supuesto de videojuegos que tenemos en alta estima. En un acto de nostalgia, de querer volver a ser pequeños, de complejo de Peter Pan, de insana locura incluso, queremos volver a tenderles la mano para sacarlos de ese baúl donde guardamos esas cosas que no queremos olvidar, el mismo donde están los ochenta y los noventa que queremos tener bien presentes para que no sucedan las mismas catástrofes. Y este es posiblemente el mayor error de Duke Nukem Forever. No es como un Super Mario World al que poder volver siempre que quieras porque la mecánica no ha cambiado y ha envejecido mejor que Uma Thurman, es justo al reves, es como volver a ver los dibujos de Dragones y Mazmorras veinte años después, como Meg Ryan, como una patada en los cojones.

Duke Nukem Forever es un trocito de historia de los videojuegos, un juego que ha estado «en desarrollo» desde 1997 rodeado de rumores de cancelación, cambios de estudio, cambios de motor, de todo aquello que nos gusta a las personas: dramah. Cuando en el 2009 3D Realms murió como compañía apareció Triptych Games para rescatar el proyecto, su acto de amor por Duke fue apoyado por Gearbox y fue entonces en el 2010 cuando por fin se daban fechas más o menos definitivas de su salida. El tema Duke Nukem Forever se cerraba, moría el mito ¿nacía la leyenda?

El nuevo Duke Nukem tiene una historia tan simple como una patata. El hombre es famoso en el mundo entero después de sus hazañas allá por 1996 derrotando a esos cerdos alienígenas y ahora vive en un edificio de 69 pisos y graba su propio programa de televisión en la planta baja, pero ¡oh sorpresa!, llegan los cerdos y vienen para robarle sus pibitas y vengarse por toda la humillación que les hizo pasar en los noventa y por tenerles 14 años prácticamente fuera de circulación (salvo aquel mediocre juego de acción/plataformas llamado Manhattan Project). El Duque ha vuelto. La historia no da para más de dos páginas de guión y página y media sería para las «ingeniosas» frases de Duke, pero seamos sinceros con nosotros mismos, no jugamos a DNF para vivir la más intensa de las historias y llorar con un final de película, aquí hemos venido a desparramar con chistes de tetas, a disparar a diestro y siniestro contra malolientes bestias porcinas y a ser el malote del barrio pero meando dentro de la taza.

Lamentablemente ya no somos pre-adolescentes del siglo XX, el porno se ha extendido alarmantemente rápido por internet, South Park se emite a medianoche y es posible verlo cuando queramos por la red de redes, los chistes machistas han pasado de moda salvo en un ejercicio de verdadero ingenio y sencillamente, no somos tan impresionables como lo éramos antaño. Es por ello que el corazón verdadero de DNF ha sido arrancado sin piedad del juego únicamente por el paso del tiempo. Si bien es cierto que en varias ocasiones nos hará reír con coñas o ciertas referencias a videojuegos como la de Halo: «Las armaduras son para maricones» o una barra de vida que no es otra sino el ego del antihéroe, la mayoría de las bromas están muy mascadas y son realmente rancias para los tiempos que corren.

El otro gran problema de DNF es que no solo sus bromas vienen de otro siglo, sino que parte de su jugabilidad también pero mezclada y mal agitada con las novedades de los first person shooters actuales dando lugar a un pequeño y feo, pero en cierto modo adorable, mutante. Cualidades como la interactividad con el entorno del que ahora muchos hacen gala se mantiene en DNF pero simplemente para bobadas o coñas que nos harán añadir un punto más a nuestra barra de ego o eructar al beber un refresco, existirán zonas en las que manejaremos vehículos cuyo control es realmente atroz (esto no es tan diferente de la mayoría de los FPS actuales), podremos esquivar balas y misiles como si estuviéramos delante de un Doom algo que sí se echa un poco de menos en los juegos de tiros actuales y la vida se regenerará como si de un Modern Warfare se tratase. Gran parte de los mapas de Duke Nukem Forever serán realmente pasilleros y funcionarán con scripts, esto es que si pasas de una línea invisible entonces y solo entonces la puerta de delante se abrirá y saldrá un cerdo corriendo a por ti, pero también se combinan con otros mapas donde tendremos que resolver sencillos puzles en los que a veces nos convertiremos en un micro-Duke para meternos por escondites y pequeños recovecos del mapeado y así continuar con la «emocionante» historia.

Olvidaremos esas mochilas infinitas en las que cabían nueve armas y una tienda de campaña Quechua, ahora tan solo podremos llevar 2 armas a la vez al estilo Halo, un intento de acercarlo más a nuestra generación y que debería haberse quedado con una gestión más old school, básicamente porque hay armas que tienen poca munición y son poco efectivas en enfrentamientos multitudinarios (el 80% del juego). Si tengo que decidir entre un rayo que congela a los enemigos lentamente y un lanzacohetes que mata a 3 de ellos en un segundo lo tengo muy claro. También harán acto de presencia items como el Duke Holográfico, una cerveza que aparte de visión borrosa te proporciona más defensa y esteroides que te permitirán destrozar a los enemigos a base de puñetazos ultrahormonados. Estas someras descripciones las he buscado por internet porque durante la partida no utilice ninguno de ellos demostrando de manera científica la inutilidad de todos ellos. Bueno, salvo de la macho visión que te obligan a usarla en lugares oscuros y vienen a ser como un cómico sustituto de la típica visión nocturna.

Y los problemas continúan. El juego echa mano de Unreal Engine con los fallos de texturas lentas que ello conlleva, pero no solo eso, cuando vi a Duke reflejado en el espejo, la nave dibujada literalmente en el cielo al mirar por una ventana, las innumerables pantallas de carga, las fans quietas como estatuas esperando al HOMBRE o los bolígrafos pintados en la textura de la camisa del Nerd de turno, me di cuenta de que a pesar del mito que fue DNF, esto ha estado hecho contrarreloj y sin el amor que merecían todos sus fans. No va a ser lo peor que hayáis visto en vuestra vida desde luego, hay juegos para arrancarse los ojos, pero creo que bien merecía la ocasión un poco más de potencia gráfica o por lo menos cuidar un poco los detalles, con UE se han hecho cosas verdaderamente bonitas como <3 Enslaved <3.

Siempre hay un minuto para hablar sobre el apartado sonoro de un juego, precisamente porque salvo que sea realmente excepcional no hay mucho que decir. Sonidos correctos sin más, músicas metaleras y repetitivas que acompañarán las acciones de Duke cuando se ponga a hacer barbaridades con los enemigos y un doblaje para olvidar en español y sencillamente correcto en inglés. C’est fini.

El último título del Duque generará diversidad de opinión, para los fans será como rescatar un juego imposible, un pequeño pastelito en forma de regalo por catorce años de espera. No les entusiasmará pero quedarán satisfechos con lo que tendrán delante de ellos, entre otras cosas, porque ya no hay tiempo para más, ya no les queda más remedio. Para ellos:

 

 

 

En cambio para la gente que nunca terminó de gustarle el humor de Duke Nukem 3D, que están cansados de las bromas entorno a lo badass que es o las chatis que se trinca a la vez, para aquellos que nacieron sabiendo lo que fue el primer Medal of Honor y no un Doom, para ellos será un shooter mediocre y descafeinado que no llega ni al aprobado. Y yo, habiendo nacido en los ochenta, vivido en los noventa y empapado de cultura videojueguil desde que era un enano soy más partidario de esta nota y de que DNF merecía algo más después de lo tortuoso que ha sido su camino:

 

 

 

 

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