Así vas a acabar, con maquillaje japones

Análisis – Fable 3

Me considero un gran fan del primer Fable, y dado que no pude jugar su segunda parte al no tener una Xbox 360, os podéis imaginar la alegría que me dio el saber que el tercer eslabón de la saga saldría también para PC. Estaba un poco mosca por las críticas que había recibido, pero también me habían hablado muy bien de él, así que me encontraba un poco dividido. Sin embargo, y adelantando un poco lo que quiero contar, tengo que darles la razón a partes iguales. El juego tiene muchas cosas buenas, muchas ideas divertidas y sorprendentes, sin embargo se queda a medias en la mayor parte de ellas.

Empezaré describiendo lo que según Mr. Hype Peter Molyneux era lo principal del juego: la capacidad de decidir, y el desarrollar un país siendo su rey, llevarlo a una especie de estado bucólico-pastoril paradisiaco, o a una eficiente pesadilla industrial steampunk. Asimismo, desde el principio del juego sí que es cierto que se te presentan unas decisiones difíciles de tomar. Hasta aquí todo bien, si no fuera porque todo esto no tiene el impacto que debería, ni de lejos. Es decir, decidas lo que decidas no vas a recibir ni una gran ayuda ni graves problemas en tu juego. Si la gente te quiere te da regalos (que no suelen valer para nada) y se enamoran de ti y todo es felicidad, y si te temen imploran por su vida  y salen corriendo. El efecto en ambos casos es nulo. No se forman turbas contra ti, ni la gente te ayuda en los combates ni hay distintas misiones según seas bueno o malo. Al final acaba siendo un juego con tres finales: bueno, malo y regular; y no depende realmente de tu personalidad, sino del dinero que tengan las arcas del estado (no cuento más por no spoilear de mala manera). Sin querer avanzar cosas que suceden, la segunda parte del título rompe mucho el ritmo del juego y te dedicas en gran parte a asistir a reuniones, escuchar propuestas de personajes que ya conoces y prácticamente sólo tomar decisiones, en vez de investigar, ir a sitios y repartir estopa, como llevabas haciendo prácticamente todo el juego hasta ese momento. Realmente toda esa originalidad, ese carácter único del entramado de complejas decisiones de Fable 3, se va a la porra si eres un poco paciente o si has invertido en casas y tiendas desde el principio del juego. Considero que el tema de las decisiones morales, y el ser «bueno» o «malo» está mucho mejor hecho en juegos como la saga Mass Effect o inFamous (aunque en este último también te lo dan mascadito).

Visualmente, y a pesar de tener unos gráficos muy sólidos y un artwork nada desdeñable, me gustaba más la estética del primer Fable, más infantil pero más hiperbólica, dando más lugar a la fantasía y a lo exagerado. Los enemigos y escenarios de este juego se me hacen un poco sosos y repetitivos, sobre todo considerando el precedente del primer juego. Además, la falta de unos jefes finales como Dios manda se hace notar, es algo que anima la vida de estos juegos, y el hecho de que al final de la fase o del evento correspondiente no te vayas a encontrar con algo novedoso, grande y atemorizante no ayuda al ritmo del juego, que a ratos se hace excesivamente lento.

TODOS IGUALES

Invita a jugar y si eres un poco concienzudo, como es mi caso, se hace agradable encontrar todos sus secretos, abrir todas las Puertas Demonio, encontrar todos los cofres y armas y demás extras, pero no hay ningún momento de quedarte con la boca abierta de lo bien que lo estás pasando o lo alucinante que es lo que estás viendo. La ambientación tira de topicazos (montaña nevada, cueva que da miedito, ruinas antiguas con secretos, desierto, ciénaga…) a pesar de que haya algunos escenarios que realmente «den el pego»  dentro de la época cuasi-victoriana en la que se ambienta el juego, como es el distrito industrial de la capital.

Con algo de resignación he de decir que Fable 3 es un juego que a veces da rabia jugarlo, el ver las posibilidades que se podrían haber exprimido de haberle puesto más ganas, o de haberlo enfocado de otra manera, no tender tanto a la simplificación máxima. Porque la sensación general es un poco de mediocridad, de pensar: «esto está bien, pero podría haber estado MUY bien». El sistema de combate es absurdamente simple, pero carente de posibilidades: dos armas de cuerpo a cuerpo, dos de fuego y seis hechizos, pero sin posibilidad de combos, como máximo cargar los disparos y en cuerpo a cuerpo hacer florituras, que incluso se hacen de forma automática muchas veces. En esta línea de la máxima simplificación está la línea dorada que en todo momento te indica donde debes ir, aunque esta vez han sido lo suficientemente amables permitiéndote quitarla y no sentirte como un burro con la zanahoria colgando delante. La relación con los NPCs es como en las anteriores ediciones, a través de gestos, bailes y demás: correcta, simpática y, en parte, prescindible.

Ataque normal 1

Y como no todo va a ser mediocre, voy a hablar de lo que más me gustó del juego, que fueron esos pequeños puzzles que se encuentran en lugares hasta cierto punto ocultos, la zona del Santuario Oscuro (que se inicia a partir de una misión secundaria que puedes tranquilamente obviar si no te das cuenta), la zona del campamento y las islas unidas por puentes (que por lo que he leído debe ser un guiño al Fable 2) y la casa fantasma. Estas zonas son las que  mejor captan la esencia del primer juego, donde sin ninguna indicación tienes que ir siguiendo pistas, o golpeando una suerte de esferas para llegar a una recompensa que pinta jugosa pero que no sabes cuál es, aderezado todo esto con el particular sentido del humor del juego, que en verdad ya se ha convertido en marca de la casa. Sé que es un poco triste decir que lo mejor del juego son unas zonas opcionales que incluso se pueden pasar de largo si no te das cuenta, pero fueron lo que más disfruté del conjunto.

En definitiva, es un juego grande, con muchas posibilidades, pero poco explotadas, que habría merecido más mimo, y un concepto más elevado de los jugadores (damos para más, de veras), con buenas ideas que aún no se han llevado correctamente a la práctica. Si Molyneux no se da cuenta imagino que alguien se la dará, y podremos disfrutar de un Fable, o de un título à-la-Fable que realmente merezca la pena y se pueda llevar una notaza, como mandan los cánones.

 

 

 

 

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